jueves, 16 de octubre de 2014

El mar inflamable

El ancho del casco del barquito medía exactamente dos tercios del diámetro de la boca de la botella y el alto quizá más de un tercio, pero no mucho más. Había ensamblado el mástil y las velas por separado, uniendo las miniaturas de mástil a una bisagra que les permitiría recostarse sobre cubierta. Corrió entonces, frente a ella, una distinguida multitud de jóvenes. Malhechores, seguro, si consideramos que tras ellos desfilaban orgullosos agentes al servicio de la ley. No desdeñó el peligro y juzgó que el portal donde cómodamente manufacturaba su miniatura pronto dejaría de ser un refugio apto. Con la colaboración de unas pinzas de precisión fue capaz de acoplar los mástiles al casco. Ató un hilo de algodón a cada mástil y ensayó con ellos el movimiento retráctil. Funcionó a la perfección. Amasó una pequeña porción de arcilla y la extendió cautelosamente sobre la pared interna de la botella de cristal. Una prominente bola de fuego precedió por cuestión de milésimas a un fortísimo estruendo, que se prolongó en un clamor unánime. La anécdota tuvo como efecto la inversión de los papeles de la función: ahora los agentes uniformados retrocedían y tras ellos la muchedumbre de jóvenes malhechores y su munición improvisada. Ella apenas se dejó impresionar por la estampida y tiró de los hilos para reclinar los mástiles en un ángulo de 90°. Introdujo el barquito en su botella de cristal y lo dispuso sobre el montón de arcilla, sobre el que permaneció adherido. Al fin pudo izar las velas de la nave y definir su colocación dentro del recipiente. Una pelota de goma silbó apenas a un metro de su cara y se estampó en el esternón de un inquieto malhechor. Un contenedor sirvió de hoguera y a su alrededor un aquelarre de encapuchados empezaron a tomar posiciones. Surgieron nuevos agentes con armaduras muy evolucionadas y propusieron elevar la intensidad de las agresiones. En el portal, que ya no era en ningún caso una forma de refugio sino la misma boca del lobo, ella vertía un tercio de litro de gasolina por la boca de la botella. El barco navegó plácidamente sobre el mar inflamable. Luego le añadió 200 ml de aceite de motor. Se limpió las manos sucias de este último líquido con un pañuelo de tela que no dudó en utilizar de tapón. El barco aún navegaba plácidamente sobre el mar inflamable. Un policía intentó abrirse paso entre las barricadas y ella le estampó su cóctel molotov en el pecho provocándole quemaduras de todos los grados posibles. 

martes, 2 de septiembre de 2014

El Estado de Nueva Iowa contra Antón Varela

La entrada original del blog de Antón Varela -que por aquel entonces se presentaba a sí mismo como Richard Dreyfuss- fue oportunamente eliminada por el autor en vista de las consecuencias que acarreó su publicación. Lo que se constata aquí es parte de su contenido, procurando no incurrir en el mismo delito contra la Propiedad Intelectual en que incurrió dicho autor en el caso que nos ocupa.

viernes, 22 de agosto de 2014

Begin Again, de John Carney

Si el primer trabajo de John Carney, Once (2006), era un panegírico de cierto subsuelo musical endémico de la Gran Bretaña, algo así como un primer disco con el inevitable aroma a fresca autoproducción, una oda indie al indie; esta nueva Begin Again (2013) es un digno salto al mainstream -no es casualidad que la acción se traslade ahora a los EEUU-, un segundo disco menos artesano pero que no pierde la esencia del primero, la continuación brillante a una ópera prima difícilmente mejorable.  Aunque suponga un salto a las arenas movedizas del etiquetado musical, parece sensato decir que es una oda pop al pop.

El sustrato ficcional de Begin Again es muy similar al de Once, pero aun complementando, discutiendo o repitiendo el discurso de su predecesora, adquiere la suficiente autonomía como para merecer un texto privado y específico, sin más interferencias de la película de 2006. 

lunes, 10 de marzo de 2014

Transmutación. Error.

El genio de mi parábola no me concedió, sino que me negoció, y no tres, sino un solo deseo. Me impuso no pocas condiciones y un número ínfimo de variables accesibles, ninguna de ellas me ofrecía la posibilidad del bien colectivo, ni la felicidad ad eternum, ni ningún cambio que pudiese descomponer el natural discurrir de la civilización humana. Le exigí entonces la transmutación, pero no por cansancio de mi actual identidad. Sí por ser consciente de que hay vivencias más emocionantes que la que el azar me deparó. Siempre y cuando, apunté, se me garantizase que el ser de Antón Varela no fuese abandonado y fuese otro quien lo ocupase, heredando mis memorias y mi carácter e incluso la autoría de este mismo texto. Se me garantizó. Y entonces me pedí ser John Lennon.

-Sea así.

lunes, 17 de febrero de 2014

La Dislexia Carnívora


El único caso conocido del Síndrome de la Dislexia Carnívora apareció en 1993, y lo recoge el afamado neurólogo Dr. Oliver Sucks en su libro Aterrizaje de Emergencia en la Mente Humana.

lunes, 3 de febrero de 2014

Duelo a muerte entre Scorsese y Cavestany

El miércoles me ofrecía una experiencia ineludible, bien por turbadora o por satisfactoria. A las cinco, por 3’70, El Lobo de Wall Street de Scorsese en los multicines de los Cantones y a las ocho y media, por 60 céntimos, doble sesión con El Señor y Dispongo de Barcos de Cavestany en el CGAI. El contraste entre las dos propuestas, a modo de ducha escocesa, me iría (y me fue) bien para reactivar mi circulación y tonificar mi epidermis cerebral. Tanto es así que ahora me veo abocado a las teclas para explicar de qué modo se complementó el visionado de la película de Scorsese con el mediometraje de Cavestany, El Señor*. Dos películas en las antípodas de la creación. 

En una esquina del ring: El Lobo, proyecto multimillonario, hecho por multimillonarios y acerca de multimillonarios. En la otra esquina: El Señor, una working class movie, si es que esa categoría puede existir, manufacturada, artesanal, acerca de un hombre de clase obrera.
 

domingo, 12 de enero de 2014

Casualidad, no lo creo

El mundo es un pañuelo.

Un episodio de casualidad es que en plena deriva del pensamiento, emerja el recuerdo de una persona y que ésta aparezca al doblar la esquina. Que un marido esconda un regalo que ha comprado para su amante bajo la cama, donde se oculta el amante de su esposa en calzoncillos. Que un dedo confunda el 3 con el 6 y su llamada se desvíe a la madre biológica del dueño del dedo, a la cual desconoce.  Que un artista ninguneado del folk americano sea un profeta en Sudáfrica. Que un imbécil pregunte la hora a un idiota, que el idiota conteste una hora equivocada y que el imbécil entienda, por error, la hora correcta. Que un hobbit encuentre un anillo perdido en el fondo de un río. Que dos amigos de la infancia se reencuentren después de 25 años en una reunión de exalumnos de una escuela a la que no habían ido, suplantando la identidad de dos de esos exalumnos. Que un soldado ejecute a un enemigo en el mismo instante en que su hermano gemelo muere a manos del hermano gemelo de su ajusticiado.

La casualidad está sobrevalorada. También la coincidencia. Aquí las vamos a utilizar como términos sinónimos.