El genio de mi parábola no me concedió, sino que me negoció, y no tres, sino un solo deseo. Me impuso no pocas condiciones y un número ínfimo de variables accesibles, ninguna de ellas me ofrecía la posibilidad del bien colectivo, ni la felicidad ad eternum, ni ningún cambio que pudiese descomponer el natural discurrir de la civilización humana. Le exigí entonces la transmutación, pero no por cansancio de mi actual identidad. Sí por ser consciente de que hay vivencias más emocionantes que la que el azar me deparó. Siempre y cuando, apunté, se me garantizase que el ser de Antón Varela no fuese abandonado y fuese otro quien lo ocupase, heredando mis memorias y mi carácter e incluso la autoría de este mismo texto. Se me garantizó. Y entonces me pedí ser John Lennon.
-Sea así.