domingo, 4 de agosto de 2013

Ajedrez por correspondencia

Estimado Hildeberto:

Recibí su última carta con tres días de atraso debido al disparatado error del nuevo muchacho del correo que, nuevo en su oficio y en el uso del cerebro, desconocía que su itinerario no terminaba al principio de la colina, sino que seguía hasta el otro lado de ella, donde resido con mi amada esposa Oristela. 

Además de este absurdo, me he tomado al menos cinco días para meditar sobre mi siguiente movimiento. Le puedo garantizar que no he sido ni mucho menos perezoso, sino que he llegado a invertir 14 horas, este mismo domingo, en reflexionar sobre las posibilidades de la partida. Alcancé así la ineludible conclusión de que usted puede lograr el jaque mate en 6 movimientos. No se crea que no me quité un peso de encima cuando asumí lo inevitable de la derrota. Fue tanto un alivio para mi estresado espíritu como para el de mi esposa que había empezado a perder los estribos con mis flemáticas inmersiones en el universo de la partida.

Le felicito, por cierto. Consiguió sacarme una larguísima carcajada cuando fui capaz de observar, con perspectiva y juicio, la magnitud del error al que usted me indujo con tan acertada estrategia. No obstante, aun sabiendo que el proseguir la partida conduce a un único e inapelable desenlace, tengo curiosidad por saber cómo resuelve usted este final.

Concédame ese capricho. Comprenda que después de semejantes periodos de pura abstracción tenga ganas de hacer al menos un último intento. Pues atienda bien, Hildeberto, porque mi jugada es maestra y puede que le sorprenda:

Mi peón situado en la casilla c4 se desplaza hasta la g6, que estaba ocupada por su caballo. Por consiguiente, su caballo se desplaza a la casilla h7 y se instala en ella acostado. Mi alfil de la b5 se coloca al borde del tablero, asomando su ilógica cabeza fuera de él, con la sonrisa hacia arriba. Como consecuencia de este movimiento al menos su rey (d8), su reina (d7), dos de sus peones (c6 y b7) y su alfil superviviente (d6) se dirigen directamente a las baldosas del suelo. Continúo moviendo mi reina, ubicada en la casilla g4 a las teclas de mi piano, concretamente en la tecla La, cómodamente encajada entre las teclas Sol sostenido y Si bemol. Mi torre de la a3 desciende hasta el suelo y una vez en él rueda durante unos 5 segundos para colocarse definitivamente debajo de la cómoda. Mi otra torre impacta contra el suelo seccionándose verticalmente en dos piezas de perfecta simetría, que aterrizan sincrónicamente en la alfombra. Las dos o tres piezas restantes viajan por el aire hasta reventarse contra el cristal del minibar, el cual estalla, bañando la estancia en un curioso aguacero de cristales y ron.

Espero su contestación con ardiente interés.

Sinceramente suyo,

Su amigo Onix.

PD: Olvide todo lo escrito porque se me ha ocurrido una jugada más sencilla. Tomo el tablero por una de sus esquinas con la mano derecha, y tras comprobar en un vistazo rápido que la ventana está abierta y el hueco que ofrece es adecuado, lo introduzco a través de él y lo desplazo por el aire a una distancia de, calculo, 26 metros, acomodándose el tablero en las ramas de un olmo en una posición en que su integridad material puede variar con un leve esfuerzo del viento.

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