Al final del texto les voy a mostrar uno de mis primeros cortos: "Mañana", filmado con catorce años y protagonizado por mí (con apariencia de tener 11, como de costumbre) y una amiga muy especial que únicamente aparece al final.
"Mañana", que nunca tendré claro si se traduciría como 'morning' o como 'tomorrow' y que nunca sabré si es un juego intencionado, es una pieza surrealista, casi de corte experimental. Quién sabe qué fue lo que la motivó. Quizá había ya alguna influencia de algo que hubiese visto de Lynch y que me indujese a pensar (erróneamente) que el surrealismo carece de reglas y que todo vale en él.
En cualquier caso, creo que el resultado es un surrealismo más coherente que el que podría filmar hoy en día, y que probablemente pueda idear nunca. Mi 14-year-old yo creó su propio sistema simbólico, con sus elementos identificables: una pastilla, una partida de ajedrez*, una llamada de teléfono, un calendario... Y todo ello enmarcado en una suerte de absurdo doméstico donde el protagonista duerme con zapatos puestos, se ducha vestido y su vecino es idéntico a él. Puede ser que sólo sea yo en mi egolatría el que encuentra fascinante y enigmática esta narración, al menos denle la oportunidad.
No miento si digo que funciono como un espectador cualquiera, tan sólo consigo intuír qué era lo que tenía en la cabeza ese hombrecillo, pero realmente no lo sé, es un misterio también para mí. Seguramente el guion, si es que existió, que creo que no, se forjó mediante el flujo natural de pensamientos, aparentemente inconexos pero subconscientemente unidos por algún tipo de inquietud. Eso es lo que veo expresado en este vídeo.
Volver a ver este mejunje de fotogramas me conduce a la reflexión que titula esta entrada. No le des a tu hijo una cámara porque corres el riesgo de que exprese lo que lleve dentro, y tal vez lo que lleve dentro no sea sencillo de digerir. Ahora sí, "Mañana" in your face:
La secuencia de la tortuga me parece magistral. No cinematográficamente, claro, pero sí simbólicamente. Creo que puede ser la guinda que le dé sentido a todo el proceso de autodestrucción del protagonista que terminar por convertirse en un animal, pero no en una fiera, sino en un animal lento, pesado, que apenas puede percibir el tiempo y la realidad. Me parece un grandísimo acierto, producto seguro del azar, pero aquella tarde acompañó.
* Seguro influenciada por una visualización muy primeriza de 'El Séptimo Sello'.
Recuerdo perfectamente la primera vez que vi este corto. Tras verlo un par de veces, sé que me quedé perplejo y en silencio durante bastantes segundos. Después inmerso en un debate interno. No sabia si mandar el corto a Carlos Boyero o a tí al psicólogo. O las dos cosas a la vez. No me podia creer lo que acababa de ver. Todo era, lo es aún hoy viéndolo de nuevo, especialmente inquietante. ¿Que mueve a un chinorro de 14 años a hacer esto? ¿Como se lleva el tener 14 años, parecer que tienes 11 y reflexionar con la profundidad de alguien de 50?¿Qué experiencia vital le llevan a esas referencias simbólicas, a ese lenguaje visual abstracto? ¡¡Dios!!, ¿que hace mi hijo cuando no está conmigo? ¿Que marejada discurre en su cabeza? Lo insólito no es que a esa edad haya visto El Séptimo Sello. Lo inquietante es que parece que lo hubiera entendido.
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