lunes, 17 de febrero de 2014

La Dislexia Carnívora


El único caso conocido del Síndrome de la Dislexia Carnívora apareció en 1993, y lo recoge el afamado neurólogo Dr. Oliver Sucks en su libro Aterrizaje de Emergencia en la Mente Humana.

"(...) El paciente entró en mi despacho a gatas y ofreciendo un puntapié a todas y cada una de mis preciadas vasijas de barro de la tribu Nuna que mi abuelo había coleccionado de sus numerosas expediciones a Burkina Faso. No pude sino culparme a mí mismo de la imprudencia de decorar mi distinguida estancia con tan valiosos objetos, teniendo en cuenta las impredecibles cualidades de mis invitados. Unos parientes cercanos de dicho paciente, cuyas iniciales eran A. V., por cierto, me habían enviado una serie de cartas en las que solicitaban mi ayuda y en las que adjuntaban una documentación fascinante: una serie de fotografías de ciertas escenas que A. V. había dibujado en la pared de su cuarto a lo largo de su infancia y adolescencia. En las escenas proliferaban personajes del todo absurdos: criaturas híbridas con una complexión similar al Cthulhu que describió Lovecraft, seres agrupados en multitudes que practicaban lo que a todas luces era algún tipo de orgía sexual de posturas imposibles, teclas de piano que se retorcían en series laberínticas a lo largo de las paredes y el suelo. En un principio las imágenes sólo me llamaron la atención por su naturaleza evocadora, pero con el tiempo logré descifrar qué pulsiones se escondían detrás de esas expresiones del absurdo, y de esa forma comprendí que había un lenguaje que A. V. podía interpretar. (...)"

"(...) En septiembre de 1997 habíamos conseguido, con gran esfuerzo por parte del paciente, elaborar un sistema de equivalencias verbales y simbólicas a través de las cuales A. V. podía entender los mensajes que se le transmitían. Esto mejoró sustancialmente su calidad de vida y, lo más importante, le permitió comprender su problema y asumirlo. (...) Varias semanas antes de su muerte, ocasionada por un problema respiratorio de carácter genético, fui a visitarle a su casa en Basilea. Me abrió su madre, que no estaba particularmente animada ya que la enfermedad de A. V. estaba empezando a progresar de forma alarmante, sin embargo, se alegró de verme por allí y no perdió la oportunidad de agradecerme, por quincuagésima vez, la ayuda prestada a su hijo y a su familia. Subí entonces a la segunda planta de la casa y, quizá en un exceso de ironía por mi parte, entré en la habitación A. V. como él había entrado en mi despacho aquella mañana de Octubre de 1993: a gatas. Bromeé entonces golpeando con mis pies algunos de sus muebles. Me metió de hostias y me invitó a largarme de allí."

A continuación, les ofrecemos una dramatización de un posible episodio de la vida de A. V., reinterpretada por unos jóvenes estudiantes de medicina.


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